domingo, 18 de junio de 2017

Ser mediadora comunicativa es compartir.

Nadie es igual a nadie, todos somos diferentes, todos somos especiales, y en especial: todos somos únicos.

Hoy quiero hablaros de mi profesión.
Hoy quiero hablaros de lo que decidí estudiar, ese nuevo ciclo formativo de grado superior que se implantó en 2016 y que este año finalizo.

Recuerdo el momento en el que tenía un listado de ciclos y mil dudas ante mí, ¿cuál sería el mejor?, ¿cuál tendría mayor salida profesional?, ¿cuál me daría paso a estudiar algún grado universitario que me gustase?

Comencé a hacer una selección de ciclos, siendo mi primera elección mediación comunicativa.

No sabía de que trataba, a quienes encontraría en este camino, ni siquiera sabía que salidas profesionales tenía.
Recuerdo el momento de entrar en aquella clase, estaba completa de personas diferentes, pero todas a pesar de sus diferencias lograban convivir, y todas compartíamos algo, ¿a qué podríamos dedicarnos en un futuro?

Recuerdo el primer año, en el que casi todo el año la preguntaba más habituábamos a los profesores era: ¿y qué podremos hacer con este título?

Lo que más me seducía de aquella titulación era poder aprender lengua de signos, conocer una forma de comunicación más, lo que no sabía es lo que vendría.

No solo he conocido una nueva forma de comunicación llamada lengua de signos, sino muchas más.
He descubierto el maravilloso mundo de los pictogramas, hacer esas pequeñas imágenes sacadas de arasaac, plastificarlas... bueno, los que habemos estudiado o se dedican a ello saben de lo que hablo...
He descubierto lo fantástica que es la lengua de signos apoyada.
Sentir las manos de una persona que carece de vista y audición apoyada sobre las tuyas, realizando junto a tus manos unos movimientos que podrían clasificarse como una espectacular danza comunicativa, poder hablar con esas personas, conocerlas, entenderlas, y que te entiendan.
Recuerdo la sensación cuando tuve el primer contacto con personas sordociegas: sentía miedo, ¿me entenderá?, es lo primero que me preguntaba.
Sí, me entendió, y me sonrió, disfrutábamos hablando, lo poco que pudimos decirnos fue tan increíblemente maravilloso que lo recuerdo con una sonrisa.
Sus manos y las mías se movían a la par, los mismos movimientos, las mismas palabras...

También he aprendido a adaptar material, a facilitar la vida a personas que nacieron con una barrera, y no solo una barrera que la propia vida le coloco, sino también una que la sociedad hemos decidido situarles.

Os prometo que he reído mucho, y que he llorado.
Os prometo que he aprendido, y que esto que elegí estudiar me permitirá seguir aprendiendo.

He aprendido que esas personas que padecen de alguna dificultad no son diferentes, ni siquiera son más especiales que nosotros, sino que son únicos.
Saben valorar lo que tienen, saben entender la vida, comprenderla, y saben hacer algo que pocos saben: abrirnos los ojos a la diversidad, hacernos entender que todos en el fondo somos iguales, que todos queremos lo mismo, ser de una manera u otra felices y disfrutar de lo que tenemos a nuestro alcance.

He aprendido que los problemas no son tan problemas, que tienen una solución más cerca de lo que imaginamos, y que nada es fácil, ni para ellos ni para nosotros, pero... si todo fuese fácil, ¿le daríamos el mismo valor?

He aprendido que muchas horas de trabajo dejan de ser trabajo si provoca una sonrisa, si tras ello hay un agradecimiento y reconocimiento como el que estas personas saben dar.

He aprendido que los prefijos dis- o minus- suenan horrible, ¿quién es menos que nadie?

Puedo deciros el millón de cosas tan maravillosas que he aprendido, las experiencias, por poco que hayan podido ser, que hemos disfrutado.

Puedo contaros a las personas que he conocido: sordas, hipoacústicas, sordociegas... y lo que con unos segundos me han aportado.

Puedo llevarme horas y horas hablando de estos dos años, de las experiencias vividas, de mil cosas más, pero prometo que nunca acabaría.

Ahora me detengo aquí, al final del camino, ya graduada, miro hacia los apuntes que estudié el primer año, esos en los que nos explicaban quién era el mediador comunicativo y las funciones que debía realizar, a la pregunta que tanto repetíamos.

¿Qué es ser mediador comunicativo? y me respondo, sí, me respondo, a mí y a vosotros.

Ser mediador/a comunicativo/a no es otra cosa que compartir: repartir facilidad vital, dividir sonrisas, distribuirse mutuamente conocimientos (tanto el usuario como nosotros), ayudar en los problemas que podemos solucionarles, auxiliar a una independencia, colaborar en un grupo multiprofesional, participar en la sensibilización social hacia la diversidad, y en especial intervenir a la eliminación de barreras tanto comunicativas como sociales.
Ser mediador es ser un impulso a la mejora en la calidad de vida de las personas.

Ser mediador/a comunicativo/a es entender que la diversidad existe, porque todos somos diferentes, porque todos somos únicos, y en especial ser mediador/a comunicativo/a es comprender y compartir que nadie está menos capacitado que nadie, o es menos.

Y en esta pausa al final del camino, y para finalizar, mirando hacia todo el camino recorrido, todas las personas que he conocido a lo largo de estos dos años, ahora que mi camino y el de ellos toman sendas diferentes puedo decir con tranquilidad: es maravillosa la profesión que hemos elegido, es maravillosa la profesión que habéis elegido, y es maravillosa la profesión que elegiréis.

¡Gracias!

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